Los padres tienen una mala relación y no cooperan.
El segundo argumento que vamos a tratar en esta serie de artículos que tratan sobre las falacias construidas para impedir la custodia compartida hace referencia a la afirmación de que no se puede dar la custodia compartida si hay mala relación o falta de cooperación entre los padres. Afirmar semejante cuestión es realmente pernicioso, ya que está invitando abiertamente a generar conflicto – y con ello denuncias instrumentales-, si no se quiere permitir que el otro progenitor participe de la crianza del hijo común, algo que va directamente contra el superior interés del menor. En el artículo publicado en el Diario de Sevilla en enero de 2015 ya expuse este problema. Sin embargo, como ya razonamos en otro artículo, en los procesos de familia, el conflicto no es una consecuencia, sino un medio que algunos progenitores utilizan para mantener la relación, algo en lo que pocos operadores judiciales repara.
El conflicto como instrumento para mantener la relación.
El primer argumento que les ofrezco es que el conflicto entre dos progenitores se da, independientemente del modelo de custodia adoptado. El progenitor -sea custodio monoparental o comparta la custodia con su ex pareja-, perpetúa el conflicto para seguir queriendo negar al otro progenitor -ante sí y los hijos-, para querer inmiscuirse en su vida ahora que nada le queda para hacerlo más que los hijos en común y, en general, para resolver su herida narcisista por haber sido abandonado, rechazado o sustituido. Y esto es independiente del sistema de custodia que rija.
A lo largo de los años, muchos padres me han preguntado por qué sus ex parejas siguen manteniendo el conflicto, siguen denunciándoles, siguen entrometiéndose y alienando a sus hijos contra ellos. La respuesta es muy sencilla: si tu pareja te sigue maltratando es que le sigues siendo útil.
La utilidad aquí debe ser analizada en tanto sirve para justificar su vida, sus propios fracasos y conducta reprobable. Nada más útil que tener a alguien a quien echar las culpas de cualquier cosa que uno haga mal o de cualquier acontecimiento vital en el que fracase. Mecanismos de defensa como la proyección o la negación funcionan para mantener el equilibrio del sujeto, permitiéndole seguir adelante. El coste de ello ya es otra cuestión, algo que jamás se planteará su ex. Los operadores judiciales hace tiempo que nos dejamos de sorprender al contemplar pleitos iniciados para clamar minucias (por ejemplo, cincuenta euros) cuyo coste final a los propios interesados finalmente se eleva a miles o decenas de miles de euros.
Los divorcios se producen porque la convivencia es imposible.
Esta frase, que con una simple lectura muestra su obviedad, es uno de las mejores afirmaciones para enfrentarse al argumento que estamos desmontando. Poner delante de quién afirma con rotundidad una frase que considera poderosa lo banal, evidente y trivial que resulta es el mejor argumento. Llevar el debate en la dirección de reflexionar que resulta del todo increíble que se produzca un divorcio si ambos miembros de la pareja están deseando seguir juntos muestra, una vez más, que la gran herramienta de quien afirma que no se puede dar una custodia compartida porque los padres no se llevan bien o no colaboran es confundir el fin con el proceso. Que no se lleven bien es la consecuencia de que no han logrado cooperar, de que no desean vivir juntos, seguir viéndose, compartiendo. Incluso podríamos afirmar que los divorcios se producen porque los que conforman la relación no se soportan, algo que el anterior argumento parece olvidar.
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