Oscar Wilde decía que: “Amarse a uno mismo es el comienzo de una larga vida romántica”, pero qué difícil es conseguir vivir sin necesitar la aprobación de los demás, priorizando lo que realmente necesitamos, sin dudar lo que merecemos. A menudo acostumbramos a medirnos con el rasero más pequeño, a sentir que perdemos cuando nos comparamos con otros. Nos convertimos torpemente en nuestro peor enemigo mirando únicamente nuestras imperfecciones. Atacamos sin tregua nuestros defectos y valoramos muy poco todo aquello que conseguimos gracias a nuestro esfuerzo.